La presión de los neumáticos no se trata solo de evitar reventones: influye directamente en las métricas clave de rendimiento del vehículo. Un inflado adecuado optimiza la eficiencia del combustible: los neumáticos desinflados aumentan la resistencia a la rodadura, lo que reduce el consumo de combustible hasta en un 3 %. Por ejemplo, una caída de presión del 10 % puede reducir el ahorro de combustible entre 1 y 2 mpg. El manejo y el frenado también dependen de la presión correcta: los neumáticos desinflados se sienten lentos en las curvas, mientras que los demasiado inflados reducen la tracción, alargando las distancias de frenado entre un 10 y un 15% en carreteras mojadas. La comodidad de marcha es otro factor: los neumáticos demasiado inflados transmiten más vibraciones de la carretera, mientras que los desinflados pueden provocar una sensación de dirección “suave”. Para los vehículos de alto rendimiento, una presión precisa (que coincide con la configuración deportiva del fabricante) mejora el agarre en las curvas. Incluso los viajeros diarios se benefician: mantener una presión óptima reduce la tensión del motor y extiende no sólo la vida útil de los neumáticos, sino también la longevidad de los componentes de la suspensión. Al vincular los controles de presión con el rendimiento, maximizas tanto la seguridad como la experiencia de conducción.